jueves, 21 de agosto de 2008

La de la guadaña

Suele comentarse que la de triste figura, la que enarbola una guadaña en ristre, acudirá sin previo aviso a su cita fiel con el destino.

En fechas tan luctuosas por lo dramático del accidente aéreo de la T4, más de 150 personas al otro barrio de un plumazo, siguen apareciendo noticias que avalan tal sentencia.

Amén de tan trágicos sucesos ocasionales, de accidentes en carretera, de violencia machista, de olvidos de niños en automóviles, de piscinas y mares, de ataques suicidas, de sida, cancer y otras enfermedades, de guerras y marrullerías, de hambre y de otro sinfín de cuestiones que cabrían calificar como cotidianas, con todo lo que conlleva este apelativo, hoy aparece en la prensa foral dos que me han recordado una tercera.


Muere atragantada mientras comía un pincho en Pamplona. Terrible. Si echar unos potes aderezados con productos de la pequeña cocina puede suponer un factor de riesgo, apaga y vámonos.

Muere un vecino de Lerín al golpearse la cabeza durante un encierro de vacas. Las aficiones más ancestrales en las fiestas de nuestros pueblos tienen cierto peligro como es bien sabido. Esto es una muestra de la frágil línea que separa la diversión y el tánatos.

Fallece en una gasolinera de Noáin al ser atropellado por un coche fuera de control . La tercera en cuestión. Ya ni siendo legal y querer pagar el repostaje de tu vehículo, y por ende, cualquier otra deuda contraída, supone un ejercicio de sana ciudadanía exento de riesgo mortal.

Es cierto que vida y muerte son distintas caras de la misma moneda, pero el canto que una u otra facie decanta es realmente inescrutable.

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